Mieles excepcionales en el corazón de la Apiculture DOUCE®

Estamos acostumbrados a decir que las abejas fabrican oro sin destruir nada. Este oro es el resultado del trabajo de las abejas en la búsqueda de alimento, la elaboración y su almacenamiento, y para que este oro sea puro y sin adulterar, las prácticas apícolas son cruciales. Nuestras practicas en Apicultura Suave son primordiales para el sabor y la calidad excepcional de nuestras mieles, y va mucho más allá del respeto del pliego de condiciones de la apicultura ecológica.

¿De dÓnde viene esta MIEL, alimento de las abejas, que nosotros disfrutamos?

La mayoría de nosotros sólo vemos a las abejas en el jardín buscando flores: se podría pensar que es el escenario de su existencia. Pero es en la cálida oscuridad del nido donde pasan la mayor parte de su corta vida, reservando sus últimos días para los agotadores y peligrosos viajes al exterior . La edad media de los pecoreadoras es de 18 a 40 días.

El aroma de las flores permite a las abejas reconocer las corolas en las que han encontrado néctar entre otras del mismo color.

Pero el papel más importante se desempeña en el interior del nido, cuando una abeja regresa de la exploración, resplandeciente de éxito y fragancia, para bailar su descubrimiento a sus hermanas.

El cuerpo de la abeja es una maravillosa tecnología

Para recoger el néctar o la mielada, la abeja utiliza su lengua o probóscide, que mide entre 5,3 y 7,2 mm según la raza. Esta lengua peluda, con forma de cuchara, funciona como una pequeña bomba capaz de aspirar incluso cantidades mínimas de líquido dulce.

El néctar se extrae del corazón de la flor, a veces de los pétalos, los tallos o las hojas cuando los nectarios también participan en la emisión de néctar. La abeja recoge este néctar y lo almacena en su buche para procesarlo y llevarlo de vuelta a la colmena.

Allí se descarga e incluso puede pasar a otras abejas, que lo transfieren (trofalaxis) antes de almacenarlo en las celdillas.

60.000 receptores olfativos se concentran en sus antenas, que la abeja alisa con los peines de sus patas delanteras; las 5.500 facetas de sus ojos le permiten captar el más mínimo movimiento en vuelo, y sus dos pares de alas están unidas por 20 ganchos para formar una sola superficie.

Este precioso néctar transformado en oro de miel por la abeja merece la mayor atención y cuidado. Por ello, hemos elaborado un pliego de condiciones para Apiculture Douce®, fruto de nuestros cuarenta años de investigación sobre las abejas. Aunque estamos certificados como ecológicos, e incluso Demeter, vamos más allá de estas certificaciones, con un enfoque sensible y suave hacia las abejas.

De hecho, consideramos que las abejas son un pueblo libre y consciente, dotado de una ciencia, una sensibilidad y unos sentimientos muy evolucionados.

No olvidemos nunca que es el saber hacer de las abejas lo que nos permite alimentarnos y evolucionar en un planeta acogedor y rico en biodiversidad.

El papel del apicultor no debe ser el de un depredador o un explotador, sino el de un facilitador y un colaborador atento a sus necesidades.

De ahí la necesidad de hablar el idioma de las abejas para que puedan trabajar en paz.

En primer lugar, su hábitat, la colmena, debe ser lo más parecido posible a las condiciones naturales: fabricamos nuestras propias colmenas con madera polarizada, que se corta en la dirección del crecimiento del árbol y se beneficia de todo el electromagnetismo del árbol cargado de micropartículas. Se coloca en su eje original en la colmena y no utilizamos ni pegamento ni plástico. Esta práctica contribuye en gran medida al bienestar de las abejas y, en consecuencia, a la calidad de su producción.

Nos acercamos a cada colmena sin prisas después de una sesión de meditación de yoga para descargarnos emocionalmente. Pedimos el acuerdo de las abejas hablándoles, lo que llamamos el lenguaje de las abejas. Evitamos ahumar a las abejas para no molestarlas y preferimos utilizar agua con miel que las tranquiliza. A cada colmena la cerramos energéticamente sin mutilar a las abejas.

No manipulamos las reinas, no hacemos inseminación, seguimos el principio de la fecundación libre. Dejamos que la enjambrazón se produzca de forma natural sin perturbar el ritmo natural de las abejas.

Para colocar las colmenas se aplican las reglas de la geobiología y el feng shui, sobre todo con la varilla de zahorí.

Las abejas se alimentan exclusivamente con su miel y siempre tenemos cuidado de dejarles una reserva máxima. Esto significa que no se alimenta con azúcar, candi o jarabe de glucosa. Esto mejora la salud de las abejas y la calidad de la miel. Además, las abejas se cuidan sólo con plantas y medicinas alternativas, sin ningún tratamiento químico sintético, ni siquiera los autorizados en la apicultura ecológica. El análisis de las ceras, el propóleo y la miel muestra una gran pureza y riqueza en antioxidantes.

LA ELECCIóN DE LOS BIOTOPOS TAMBIéN ES CRUCIAL PARA OBTENER COSECHAS DE CALIDAD

La composición de la miel varía mucho en función de la flora, la riqueza y la naturaleza del suelo, las condiciones climáticas (presión, insolación, humedad, etc…). Pero también la propia colmena, que es libre para elegir las flores, la presencia de otros insectos (pulgones, mariposas, cochinillas, saltamontes, etc…) para la mielada, el entorno (la agricultura, las carreteras, la calidad del aire, los cursos de agua) y, por supuesto, la forma en que el apicultor maneja la colmena: poca intervención, sin visitas intempestivas, tratamiento y alimentación. Estas son las garantías de una miel pura e inalterada.

El néctar es predigerido en la boca y el buche de las abejas, donde se mezcla con la saliva y las sustancias propias de las abejas, lo que modifica su composición y, especialmente, sus azúcares. Esta digestión por parte de las abejas confiere a la miel sus ricas propiedades enzimáticas y antisépticas, y la miel madura pacientemente en el panal, por lo que siempre cosechamos la miel cuando está madura, sin deshumidificarla ni calentarla. Las enzimas, las vitaminas, los azúcares simples y los ácidos orgánicos de la miel se dañan con el calor y la luz.

Nuestras fabulosas mieles de rododendro, de brezo, de calluna, de tilo, de castaño y de abeto proceden de zonas salvajes y preservadas como la meseta de Cambasque, en el corazón del Parque Nacional de los Pirineos Occidentales.

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